miércoles, 26 de febrero de 2014

La fugacidad de la vida


 
Ahora que tengo 50 años, parece que mi vida ha pasado a la velocidad de la luz, pero esto en realidad es fruto de una falsa percepción. Cuando era niño parecía que el tiempo no corría, los días eran enormes cuando estudiaba, los cursos eran eternos. 
Cuando hice la mili, me preguntaba ¿esto no se va a terminar nunca?. Cuando me dejó mi novia, caí en una eternidad insufrible. Si existe la vida eterna, estoy seguro de que iré al infierno. Allí me estará esperando el diablo, entre calderas y llamaradas y, en medio de un olor a azufre, me dirá: “bienvenido Tomás, te estaba esperando. Sólo te diré que tu estancia aquí si que va a ser para toda la vida. ¡ A joderse, coño!”
Tomás

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