GUAGUAS
El
caso es que la amable actitud del chofer de la guagua dejándonos
resguardar del frio antes de la hora establecida para partir, me
recordó otra época en que esto era lo normal; en aquellas antiguas
guaguas que al parecer nos vendían los ingleses y que aquí se
adaptaban con dos únicos bancos de madera, formando un solo pasillo
central. Dejándonos a los usuarios frente a frente durante todo el
camino.
Su
entrada era por detrás y el cobrador, ( en aquel entonces había),
pasaba distribuyendo los pequeños boletos que extraía de su “caja”
de metal…Casi todos nos conocíamos y era fácil que el chofer dejara subirse a algún trabajador o ama de casa, retrasados fuera de la parada oficial.
Creo que el viaje costaba sesenta céntimos, y un día recibí un billete en el que todos los números eran sietes. ( Cinco sietes ). Aún lo guardo con su nostálgica pátina dorada testigo de un tiempo en el que el tráfico era menor.
No formo parte de los que piensan que cualquier hora pasada fue mejor, pero hay instantes que se conservan con un color especial en nuestra frágil memoria.
Adriana
Nazca.
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