miércoles, 15 de julio de 2015


Robert Walser. “El paseo”.

Al principio me costó trabajo leer el libro de Robert Walser “El paseo”. Es como si bailara un ritmo desconocido para mí, lleno de adjetivos indultados por la complicidad que genera…poco a poco me adapto a sus giros y llego a disfrutar con la mirada nueva de sus pequeños matices cotidianos.

Él tiene un profundo conocimiento de su identidad (cosa que no creo necedad recalcar), tiene una dolorosa lucidez traspasada por una fina ironía. Está frente al mundo y en él, como si tuviera el don de la ubicuidad.

Todo transcurre en el curso de un día hermoso y rico en experiencias, en el que pasa de ser testigo del armonioso canto de una bella muchacha, a percibir el trino de los pájaros bajo la arboleda por la que se filtran los rayos del sol; y de esto a la discusión con su presuntuoso sastre o la molestia que le produce el tráfico que ya empieza a adueñarse de la calzada…

Va de la exaltación a la angustia culpable, al enfrentarse a hechos que hieren la sensibilidad, como la posibilidad de ser feliz mientras otros carecen de lo más necesario… ¿ Se puede a pesar de todo, gozar de la belleza en un mundo meridianamente injusto? donde la entrega y la ternura conviven con la más zafia condición. Y donde las diferentes convenciones que nos adornan (muchas veces con refinada crueldad) existen como advertencia explicita y siempre “por nuestro bien”…

En fin Robert Walser es un espejo roto que reproduce infinitas veces la misma imagen, imprudente, por real…

Hasta que llega la inevitable oscuridad.
 
Adriana Nazca




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