Robert
Walser. “El paseo”.
Al
principio me costó trabajo leer el libro de Robert Walser “El
paseo”. Es como si bailara un ritmo desconocido para mí, lleno de
adjetivos indultados por la complicidad que genera…poco a poco me
adapto a sus giros y llego a disfrutar con la mirada nueva de sus
pequeños matices cotidianos.
Él
tiene un profundo conocimiento de su identidad (cosa que no creo
necedad recalcar), tiene una dolorosa lucidez traspasada por una fina
ironía. Está frente al mundo y en él, como si tuviera el don de la
ubicuidad.
Todo
transcurre en el curso de un día hermoso y rico en experiencias, en
el que pasa de ser testigo del armonioso canto de una bella muchacha,
a percibir el trino de los pájaros bajo la arboleda por la que se
filtran los rayos del sol; y de esto a la discusión con su
presuntuoso sastre o la molestia que le produce el tráfico que ya
empieza a adueñarse de la calzada…
Va
de la exaltación a la angustia culpable, al enfrentarse a hechos que
hieren la sensibilidad, como la posibilidad de ser feliz mientras
otros carecen de lo más necesario… ¿ Se puede a pesar de todo,
gozar de la belleza en un mundo meridianamente injusto? donde la
entrega y la ternura conviven con la más zafia condición. Y donde
las diferentes convenciones que nos adornan (muchas veces con
refinada crueldad) existen como advertencia explicita y siempre “por
nuestro bien”…
En
fin Robert Walser es un espejo roto que reproduce infinitas veces la
misma imagen, imprudente, por real…
Hasta
que llega la inevitable oscuridad.
Adriana Nazca