...solo cuando la esquizofrenia es dulce
Había pasado dos años vacios, alimentados de bellos y gigolísticos recuerdos, inconsistencias que le llevaron hasta la consulta de uno de los más prestigiosos psiquiatras de la comunidad. Bien!todo era agua pasada y esta llamada debía decidir el principio de una nueva etapa en su deteriorada juventud… Como sucede con frecuencia en estas súbitas inspiraciones, no dejo de sorprenderle que solución tan sencilla no se le ocurriera con anterioridad…
…De la cabina telefónica salió una señora gruesa extrañamente ajena a los planteamientos existenciales de Roberto, perdon! Robert. Efectuada la llamada y con una dirección en el bolsillo emprendió la búsqueda por el barrio antiguo de la ciudad.
Durante el tiempo inmediatamente anterior renovó cada mañana su profesión de odio hacia población tan isleñamente pueblerina y seguramente fue una resignación inevitable lo que hizo que aquel día las casas aparecieran ante sus ojos con una cierta nobleza; piedra madera y barro, éstas se extendían frente al mar entre palomas reflejos de vidrieras y lamentos de campanas, pero, a lo que íbamos! Cercana la hora del mediodía continuaba sin encontrar la susodicha calle y un poco impaciente entro con ánimo de informarse en el establecimiento de un ebanista. Aquí los ángeles del infierno, ( viejos conocidos de Robert de cualquiera de sus otras vidas) acordaron jugarle una romántica broma. Y aquí tienen a nuestro amigo camino de un nuevo taller de arte, ya que el ebanista desconociendo la dirección que rezaba en el papel le garantizaba los servicios de una nueva profesora…El flechazo fue instantáneo. Bueno, así me contaron! y aunque en la trastienda de los pensamientos de R. algo le advirtiera sobre los peligros de una cierta irrealidad, se dejó envolver por la música, las flores y aquella voz cadenciosa, parecíale haber encontrado un “gurú” digno además de su amor…
…Se imaginó inocente, pero presiento que sólo logro identificarse con la sombra de su propia creencia, aún así, su practica en ser incondicional a sí mismo le permitió habitar una especie de éxtasis bastante similar al amor. Los días pasaban y él sólo vivía para bendecir el momento en que había decidido cambiar de vida. Contaba a cuantos deseaban oírle y a los que no, su maravillosa aventura. Sintiéndose en dificultad para transmitir todo el caudal de sus emociones en simples palabras determinó hacer versos y cantarlos, aún sin sospecharse glorioso…
Por momentos sus ojos se llenaban de lágrimas ante felicidad tan peculiar y profunda, incluso llegó a reconciliarse con viejos conocidos; la ciudad parecíale menos limitada y hasta creo que su conciencia se orientaba revolucionariamente. Incapaz de evolución tan vertiginosa decidió apuntar puntualmente cada una de las cosas que decidió sentir y decidió por último, hacer una lista de las cualidades y defectos de su amada…algo empezaba a inquietarle…especialmente (¿) …no parecía haber en ella una buena predisposición al sacrificio…y mujeres así, ya se sabe! …Sin embargo le satisfacía reconocer que sus cualidades eran innumerables. No en vano él había decidido amarla. Un buen ejemplo era su maravillosa manera de preparar el café, aquel café que poseía el poder de rescatarle de tantas y tantas hipérboles fármicas. Así entre cigarrillo y cigarrillo en medio de la humareda sentimental confeccionó con toda la precisión de que fue capaz la mencionada lista inimitable fusión de idiomas, en la que se mezclaba el sexo, el cerdo agridulce y algo sobre la histeria femenina que parecía tomar muy muy en serio. Fue haciendose conmovedor su intento de teorizar, de solidificar los “instantes”que escapaban inexorables, casi siempre disgregados y rebeldes a cualquier estructura conocida…pero acaso había disfrutado dentro de la legalidad anímica de uno solo de tan sublimes momentos…? NO! sobre esto no había duda, se trataba mas bien de la fatiga que le producía el no ser “propietario” de la situación; si se me permite expresarlo así lo que no terminaba de resultarle asimilable…
…Si todo enamorado siente la sensación de estar estrenando el sol, a nuestro personaje después de tanto horizonte intrauterino este llegaba incluso a parecerle amenazante; pero pese a estos pequeños condicionantes su felicidad espesaba, ante su perplejidad y la de cuantos compartían sus aventuras. A diferencia de sus relaciones anteriores esta carecía de violencia, será por esto que un buen día, sospechoso de tanta perfección como buen hombre de nuestro siglo, creyó llegada la hora de comprobar las transformaciones emocionales que su benéfica persona efectuaba sobre el objeto de su amor. Las circunstancias parecían prometedoras y un poco por iniciativa propia, otro poco aleccionado por un buen amigo, acordó investigar sobre la patología de aquella co-existencia. Realmente a él no le resultaba peligrosa la situación, pero siempre es mejor valorar prudentemente los acontecimientos; pensó y pensó cual sería la prueba ideal a la que debía someter a su adorada consecuencia…
…Y sumamente satisfecho de sus indagaciones llegó a la conclusión de que lo más eficiente seria privarla de su presencia…Sí, después de comprobar su reacción él podría estar tranquilo respecto a su dependencia emotiva. Tal vez el juego era un poco cruel, pero la intención era buena. Adornó durante días cuidadosamente sus actos, el momento lo merecía, y al cabo, convencido de hacer lo mejor para los dos, actuó, con la mayor honestidad.
Sentado en el sillón amarillo, tapizado de exóticos pájaros y con una bellísima música de fondo revivió el indispensable ritual…adecuó la terminología y el timbre de voz…tal vez porque, en el último instante sospecho, la posibilidad de un…error.
(Adriana Nazca 1984- 85), es miembro del Club de lectura La Espiral.
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